Las empresas son la sangre que alimenta la vida de las naciones. ¡No creo que esté exagerando!, los empresarios innovan productos que mejoran nuestra calidad de vida, generan empleos y riqueza para las familias, quienes a su vez consumen y activan la economía; pero por si esto fuera poco también pagan impuestos que le permiten a los gobiernos invertir en infraestructura, tecnología y educación entre muchos rubros más que facilitan el progreso continuo de la sociedad. ¡Benditos los emprendedores, llenan a la sociedad de cosas buenas!
Pese a todas las bendiciones que explico en el párrafo anterior, muchos de los emprendedores son criticados, cuando fracasan como perdedores e ilusos, y cuando son exitosos como tramposos o depredadores, ¿por qué sucede así?…
1.- La vida del emprendedor:
Desde mi perspectiva, quienes critican y ven los toros desde la barrera, tienen una completa disociación entre el esfuerzo y el resultado que se cosecha a lo largo de los años.
Es como si vieran una película en el primer y último minuto. Supongamos que al principio un par de jóvenes se agradan y comienzan una charla… y en el último minuto de la película se dan un beso y aparece un letrero que dice: “fueron felices para siempre”.
Quien ve la película así, ignora todas las crisis intermedias que vivieron, y la capacidad que una y otra y otra y otra vez, tuvieron ambos personajes para valorar más la unidad que la comodidad de hacer lo que les viniera en gana sin importar lo que le suceda al otro, esa ilusión de sobrevalorar el nosotros por encima del beneficio propio mantuvo viva a la pareja.
En el amor, la frase “fueron felices para siempre” tiene pocas probabilidades de éxito, sin embargo, sus probabilidades son tremendamente mayores si las comparamos con las del emprendedor, decenas y tal vez cientos de emprendedores fracasan por cada uno de los que tienen éxito; incluso en los casos donde mantienen viva la ilusión de crear un producto de valor para el mundo por encima del beneficio personal; es como si pese a todo el amor que se tienen los novios, una muerte inesperada los separa, o una invalidez que hace que uno de los dos sea incapaz de relacionarse con el otro, etc.
2.- Una mezcla de administración, liderazgo y fe.
Todos los que hemos emprendido un negocio, tanto si falló (como me ha sucedido varias veces), como si fue exitoso, sabemos que para que el negocio perdure requiere de ciertas condiciones básicas de administración, tales como: una solidez financiera, un producto o servicio que en verdad agregue valor, un mercado lo suficientemente grande dispuesto a probar el producto, una estructura que facilite la distribución, controles para el flujo de efectivo, inversión continua para asegurar la calidad de servicio conforme crecen los pedidos, entre muchas más.
Pero también se requiere de un liderazgo que inspire a los colaboradores para que sean capaces de superar día a día las expectativas que tienen de si mismos, provocar reflexiones continuas que permitan a la gente reconocer cómo sus acciones impactan favorable o desfavorablemente los resultados de negocio, crear condiciones para que florezca la confianza de unos con otros, ser capaces de lograr coordinar acciones de manera efectiva, entre decenas más de habilidades de liderazgo que el emprendedor debe de desarrollar para que su negocio vaya creciendo de manera sostenida.
Pero además creo que los emprendedores requieren en una buena medida de la FE.
Habrá momentos en que ninguna herramienta administrativa podrá darte con exactitud el pronóstico de la demanda o ninguna de las bien cultivadas habilidades de liderazgo te servirán para entender cómo es que tu cliente no cumplió con los compromisos que cuidadosamente te aseguraste de que fueran CLAROS. En esos momentos lo único que sirve es tener un poco de FE en ti, en tu idea o en tu equipo, y tendrás que probar y esperar a ver que sucede.
3.- Una historia que te representa.
Cuando pienso en los emprendedores recuerdo a Naasón, el joven israelita que guió a su pueblo para cruzar el Mar Rojo cuando eran perseguidos por los ejércitos del Faraón; este escrito no está tal cual en la Biblia en el libro del Éxodo, sino que es un Midrash de la literatura Rabínica que usan los hebreos para facilitar la comprensión de las escrituras.
Naasón era un joven valiente, que cuando el pueblo apostado frente al Mar Rojo veía a los lejos que se acercaban los ejércitos del Faraón para retomarlos como esclavos, decide caminar hacia adelante por el mar, pero el mar no se abre pase a los rezos y la desesperación, Naasón, sin voltear, continua caminando y pronto le llega el agua hasta el pecho, y después justo hasta el surco subnasal (la comisura que tenemos entre el labio superior y la nariz), en ese instante Naasón se detiene y comienza a cuestionarse:
• ¿No será mejor rendirnos y volver a Egipto? Al menos allá teníamos que comer.
• ¿Por qué tengo miedo de cambiar?
• ¿Qué sucedería si retrocedo?
• ¿Qué pudiera pasar si avanzo?
• ¿Cuál es la decisión que mayor arrepentimiento me traería?
Entonces…
Naasón respira y da el siguiente paso, hunde su nariz en el Mar Rojo, y Dios abre el Mar para que los Israelitas pudieran pasar al otro lado.
Conoces el resto de la historia, una vez que TODO el pueblo cruzó, el mar se cerró ahogando a miles de soldados del Faraón, y permitiendo la libertad de los hebreos.
“El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal; lo que realmente cuenta es el valor para continuar”.
Winston Churchil.